Belén Morillo
A principios de los ´90, Belén Morillo era una aguerrida jovencita de 13 años, que saltó de su confortable lugar de residencia en la Zona Colonial de Santo Domingo, a trabajar de manera voluntaria en Gualey, un barrio marginado de la zona Norte de Santo Domingo, caracterizado por la pobreza y la exclusión social.
“Wilson me llevó a Gualey por primera vez, luego de que escuchara una charla sobre salud sexual que llevaron a mi escuela los multiplicadores voluntarios de Profamilia”. Recuerda Belén y se refiere al joven Wilson Álvarez, multiplicador voluntario en ese momento.
Así empieza el acercamiento de Belén a jóvenes con una realidad social diferente, y forja un liderazgo que le permite llevar informaciones sobre salud sexual y salud reproductiva y de paso forma un consolidado liderazgo social.
“Aunque nuestro objetivo era llevar informaciones sobre métodos anticonceptivos, servicios de salud y sobre todo, sobre la prevención de las Infecciones de Transmisión Sexual, siempre te involucras y llegas más allá, y es de mucha satisfacción decir que gracias a ese trabajo voluntario, mucha gente joven cambió su trayecto de vida”.
Su sonrisa se hace amplia cuando evoca los frutos de su perseverancia: “recuerdo un joven que vendía yuca con su papá en el mercado, que estaba metido en una nación (banda o pandilla), con él hicimos un trabajo extraordinario que hoy es una linda historia, salió de la banda, estudió, se hizo profesional, en fin, tuvo un maravilloso cambio de vida”.
Quizás por la decisión que Belén tomó cuando tenía 13 años, quizás porque ya tenía sus inclinaciones de servicio social, su desarrollo profesional la ha llevado a seguir por el mismo camino.
“Cuando fui a entrar a la universidad, me inscribí en Psicología y encontré un área en la que puedo desarrollar todo lo que he prendido, así que aquí estoy, en Psicología Social aplicando todas las habilidades adquiridas como voluntaria a lo largo de mi vida”.
Cuando mira atrás, calcula que como multiplicadora voluntaria de Profamilia puede haber impactado a cerca de 800 jóvenes, “y de esa cantidad, hay un grupo selecto que te aseguro que me han superado con creces”, señala con emoción.
“Eran jóvenes que estaban al borde de las pandillas, de las drogas, del trabajo sexual, con escasos recursos y con muchos problemas sociales, pero que gracias a ese trabajo, lograron ser otras personas”.
El trabajo voluntario de Profamilia ha incidido de manera diversa en la vida de mucha gente joven, pues ofrece una luz a la persona beneficiaria, mientras que ayuda a crecer al que lo realiza.
“Cuando evoco esos hechos y sé que gracias a ese trabajo tantos jóvenes lograron cambiar su vida, digo que no me arrepiento del trabajo voluntario y además, ¡motivo y celebro el voluntariado!”.