Durante muchos años la depresión en niños y adolescentes fue considerada como una rareza e incluso catalogada de ‘’imposible entre los jóvenes’’. Se pensaba que la misma requería de cierta experiencia de vida, que solo una acumulación de situaciones negativas podía producir pesimismo, lo cual llevaría a la depresión.
Hoy en día, investigaciones señalan que bebés de tres meses de edad pueden deprimirse y que los niños provenientes de madres deprimidas presentan mayor predisposición a conductas típicas de depresión.
Cada vez son más frecuentes los casos de adolescentes que están atravesando una depresión; una depresión que no siempre es severa y que a veces se confunde o disfraza con los típicos cambios hormonales de la adolescencia.
Problemas como la presión de sus compañeros, las expectativas académicas y los cuerpos que cambian pueden ocasionar muchos altibajos en los adolescentes. Aunque ya se ha establecido que la depresión puede ocurrir en cualquier etapa de la vida, los síntomas entre los adolescentes y los adultos varían.
La tasa de depresión ha aumentado significativamente. Investigaciones recientes dicen que afecta a más de 300 millones de personas, y que cada año se suicidan cerca de 800 mil personas. A pesar de estos datos, es común calificar las claras señales que nos están dando los jóvenes de que están deprimidos como “formas de llamar la atención”. Sin embargo, debemos estar pendientes a los cambios en los comportamientos y en el estado de ánimo del adolescente. A continuación, algunos ejemplos:
- Interés en el tema de la muerte, ideas o deseo expreso de morir
- Expresar sensación de vacío
- Llanto frecuente
- Inseguridad, poca aceptación de sí mismo/a
- Conflicto o falta de interés en sus relaciones sociales y/o familiares
- Menos nivel de placer e interés en actividades que antes disfrutaba
- Enojo, ira, irritabilidad
- Aislamiento
- Auto lesiones
- Desesperanza y desaliento en cuanto al futuro
- Falta de energía o expresión de cansancio frecuente
- Dificultad para dormir, o, por el contrario, dormir demasiado
- Dificultad para concentrarse y prestar atención
- Baja autoestima
- Cambios en los hábitos alimenticios
Es común preguntarnos: ¿a qué se debe la depresión? Las investigaciones actuales especifican que la causa no se limita a un solo factor; se ha demostrado que traumas en la niñez, patrones de pensamientos negativos aprendidos, cambios hormonales y la química biológica, son factores incidentes e importantes.
Otras situaciones que pueden aumentar el riesgo de desarrollar una depresión en la adolescencia son conflicto en la familia; pérdida de un ser querido; preferencia sexual; ser víctima de abuso sexual o físico, así como padecer alguna enfermedad crónica, entre otras.
Cuando ya tenemos información sobre los síntomas, la historia, las causas, la prevalencia en el mundo actual, solo nos queda saber ¿Qué hacer? ¿Cómo evitar que esto nos ocurra a nosotros o a nuestros hijos? La respuesta no es única, ni infalible, pero existen algunas pautas para disminuir el riesgo que están dentro de nuestro control:
- Mantener una comunicación abierta y sana dentro del ambiente familiar
- Mostrar una actitud de aceptación y escucha, y evitar juzgar
- Dedicar tiempo de calidad a la familia
- Identificar y estimular las conductas y formas positivas que se observan en el/la adolescente
- Promover el tener amigos y socializar, aun en pequeños grupos
- Promover la autonomía en nuestros hijos
- Buscar ayuda cuando se empieza a ver que las cosas no marchan bien, sin postergar
Se escucha con frecuencia decir “en mis tiempos eso no existía” Igual si, pero no tenía nombre ni calificativo; o igual no y cada día surgen más cosas. Sea cual sea la realidad, el mundo en el que vivimos hoy trae consigo muchas cosas buenas y otras… no tan buenas. Estamos llamados a vivir en el presente. Innovemos lo que necesite ser innovado y mantengamos lo que siempre ha funcionado.