Por: Débora Soto Grullar
Las uniones tempranas o matrimonios infantiles son una problemática que preocupa. Cuando una adolescente se ve forzada a unirse con una persona mayor que ella para “mejorar su calidad de vida” o para “echar hacia adelante su familia”, que son las razones que más a menudo se expresan, se violentan sus derechos, en la mayoría de los casos deben abandonar sus estudios para ser amas de casa, y en otros casos se convierten en madres adolescentes.
Una adolescente de 16 años narra cómo fue obligada por su madre a unirse con un hombre de 42 para que él supuestamente le diera una mejor calidad de vida: “mi madre me dijo que no podía mantenerme a mí y a mis hermanos, que me fuera con Don Antonio que él me iba a resolver bien”.
Hoy, esa adolescente es madre de un par de gemelos y expresa que vive de la caridad de sus vecinos ya que su pareja la abandonó, no puede trabajar por ser menor de edad, no tiene quien le atienda los hijos y no pudo continuar la escuela, su madre la responsabiliza por no haber sido la “mujer que Antonio esperaba” y no la recibió nuevamente en su casa.
En América Latina las uniones tempranas formales (matrimonio infantil) no son tan frecuentes como en la India y algunos grupos étnicos, sin embargo, muchos países de la región poseen cifras alarmantes, de acuerdo con estudios realizados por UNICEF y otras organizaciones, siendo la República Dominicana el 5to país con la tasa más alta de uniones tempranas formales e informales.
Legisladores y sociedad civil han formulado diversos espacios como el Primer Foro de Latinoamérica y el Caribe para Prevenir y Atender las Uniones Tempranas en Niñas y Adolescentes, que fue llevado a cabo el pasado mes de marzo en la ciudad de Guatemala, donde se crearon acuerdos parte para priorizar esta problemática.